Nouveau roman de Maryse Renaud

Maryse Renaud, Azul mortal, Madrid, Editorial Adarve, abril 2019, 160 p., www.editorial-adarve.com

En 1965 Albert Constant regresa, desganado, a Martinica, consciente de la inutilidad de la investigación que se ha comprometido a emprender, hostigado por su esposa. No le interesa la venganza; ya saldó sus cuentas con el prefecto que intentó asesinarlo en el 50, en el patio de la Prefectura de Fort-de-France. Le salvó entonces la vida una misteriosa llamada telefónica. A sus ojos, está resuelto su problema personal, aunque todavía quedan algunas incógnitas que renuncia a dilucidar, convencido de la opacidad del mundo que lo rodea. En resumen, no cree en la posibilidad de nuevas revelaciones y se siente ridículo haciendo de detective de pacotilla, tras tantos años de ausencia de la isla.

Los descubrimientos vertiginosos que irá consiguiendo, para gran asombro suyo, sobre su propio caso y el de otro compañero comunista, asesinado en circunstancias misteriosas, lo dejarán sin aliento. Una lucha sin tregua por la verdad, y contra la impunidad, lo enfrentará entonces, así como su entrañable amigo Ozana, a una maquiavélica pareja, Clarysse Lambert, una criolla manipuladora, y Málaga, su enigmático jardinero andaluz. Todo ello en el marco falsamente bucólico de una plantación tropical.

Una novela criminal deliberadamente atípica, en la que se mezclan verdades y fantasías, ambientada en la Martinica de los tormentosos años 60.

 

Leer la entrevista con la autora en https://editorialadarveblog.blogspot.com/2019/05/entrevista-maryse-renaud-autora-del.html

 

Reseña de Cristina Madero: Azul mortal o La amistad al asalto de la impunidad

Acaba de salir a la luz en Editorial Adarve (Madrid, abril 2019) la novela Azul mortal, de Maryse Renaud.Es la primera vez que la autora incursiona, para mayor placer de sus lectores, en el género policiaco. Esta nueva aventura literaria no la aparta, sin embargo, del mundo latinoamericano  y sus problemas  —para el caso una isla caribeña de habla francesa—  ya evocado en sus ficciones anteriores. Todo es paradójico en esta novela  chispeante y profunda a la vez,  cuajada, de diálogos truculentos, que subvierte con humor y humanismo los códigos del género.  Primero, el protagonista Albert Constant, que no cree en absoluto en la investigación que se compromete, sin embargo, a emprender, hostigado por su esposa. Regresa a Martinica, su tierra natal, en 1965. Asume con aparente calma un papel de detective de pacotilla, después de largos años de ausencia de la isla. La intriga, curiosamente,  tampoco le depara al lector ninguna muerte violenta en directo, a diferencia de lo que suele suceder en este tipo de ficciones. Nada de sangre derramada, ni de cráneos quebrados, pero sí una tensión insidiosa destilada por esa Martinica de los años 60, marcada por un paro creciente, la agitación social, reivindicaciones independentistas, violencias policiales,  y heredera de un pasado turbio, criminal, que continúa atormentando el imaginario de la población.

Comienza entonces una pesquisa aleatoria, casi un juego, a primera vista condenado al fracaso. No dejarán, sin embargo, de multiplicarse, para mayor sorpresa de los personajes y del lector,  las confesiones ambiguas,  los indicios menores, las pruebas de la infamia. O mejor dicho, las pruebas muy plausibles de la ruindad y complicidad de la Prefectura, primer centro álgido del relato. Así se aclara tardíamente la malandanza de Albert Constant, que estuvo a punto de terminar trágicamente, asesinado en el 50 en el patio de esa misma Prefectura de Fort-de-France. También empieza a entregar su cruel verdad el ajusticiamiento  de su compatriota André Justin, el hombre de las dos muertes, y de las dos reapariciones, un periodista comunista, gran figura de los años 30  y blanco como él de la saña del poder colonial. El pasado, como puede apreciarse,  no pasa, resurge violentamente, invade el relato, estimulando la combatividad y solidaridad del protagonista, en esa Martinica que se niega a olvidar a sus hombres de valía.

De la desgana inicial de Albert Constant pasamos pues, con la ayuda de su entrañable compañero Roland Ozana, a una implicación total, a una lucha empedernida contra el silencio y la impunidad,  a un afán de desquite personal y colectivo. Los dos amigos irán descubriendo, más allá de las apariencias y las versiones acreditadas, un mundo hegemónico de implacable funcionamiento : dueño de la gendarmería, la prensa, los tribunales, socavado por rancios conflictos raciales jamás superados, por la violencia de las luchas ideológicas, por el poder destructor de la pasión amorosa… y cómplice, por lo demás, de  un tenebroso secreto familiar que implica a las mismas autoridades.  Irán desentrañando gracias a su inteligencia, su porfía, su orgullo y una amistad sin fisuras, los entresijos de una sociedad fundada en el engaño y la coacción. En el bello y engañoso marco de una plantación tropical, segundo centro vital de la ficción, donde se agita una fantasmagórica y amordazada humanidad,  asistiremos a una pulseada oblicua,  a la  lucha sin tregua de la pareja de amigos antillanos contra otra pareja singular, unida y desavenida al mismo tiempo, pero no menos temible por eso  : la que forma Clarysse, la criolla manipuladora y arrogante de confusas motivaciones, y por Málaga, su enigmático jardinero andaluz.

¿Pero quién ganará finalmente la partida ? ¿La isla del Caribe, ansiosa de justicia, o el Viejo Mundo, extrañamente convocado al final de la novela,  donde se dará  una última y alucinante reaparición.

 

 

 

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